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¿Cómo crea el cerebro las emociones?

Imagina que abres un armario de la cocina y sale corriendo un ratón. Es posible que des un salto atrás para ponerte a salvo, pues percibes a ese animalillo peludo como una amenaza. Tal vez se te acelere el corazón. Es posible que incluso grites. Estás sintiendo miedo.

Ahora imagina que estás tomando un café con un amigo. Sonríes y ríes mientras conversáis. Tu cuerpo se relaja en la silla y no te das ni cuenta del paso del tiempo. Estás experimentando alegría.

Todos sabemos lo que significa sentir emociones y sabemos que intervienen factores físicos y mentales, tanto cuando saltamos al ver un ratón como cuando nos sentimos felices junto a personas a quienes queremos. Sin embargo, aunque notamos el escalofrío que nos recorre la columna y las mariposas en el estómago, no somos capaces de señalar dónde se producen estas emociones en el cuerpo. Y tampoco somos capaces de detectarlas del todo en la mente.

Entonces ¿de dónde vienen las emociones?

De hecho, ese destello rápido de pensamientos y sensaciones enmascara el ingente trabajo que está realizando nuestro cerebro cuando experimentamos una emoción, interpretando las circunstancias y las señales corporales e influyendo en cómo nos sentimos y reaccionamos.

En este artículo exploramos cómo procesa el cerebro las emociones.

¿Qué provoca las emociones?

A lo largo de la historia, psicólogos, neurocientíficos y filósofos han planteado distintas explicaciones acerca de cómo se crean las emociones.

(Alerta de spoiler: ¡Todavía no se han puesto de acuerdo del todo!)

En los albores de la psicología era habitual creer que las emociones dependen completamente de cómo responde el cuerpo a un hecho. Por ejemplo, si al ver a un ratón nos echamos a temblar, es señal de que tenemos miedo. Sin embargo, había a quien esta explicación le parecía ilógica: no sentimos miedo porque temblemos, sino que temblamos porque estamos asustados. Más aún, ¡en ocasiones temblamos porque tenemos frío!

Estos psicólogos creían que los sucesos externos provocan reacciones tanto físicas como mentales, de manera que empezaron a indagar en la idea de que las emociones están gestionadas por una zona específica del cerebro.

Más adelante, los psicólogos empezaron a añadir a la mezcla su interpretación personal, partiendo de las teorías anteriores acerca de las reacciones físicas y observando cómo nuestros procesos de pensamiento personales afectan a nuestra experiencia emocional. Estas teorías han dado lugar a modelos cognitivos de las emociones, que proporcionan una imagen más completa de cómo nuestras experiencias, contexto y creencias personales influyen en nuestras respuestas emocionales.

Más recientemente, la teoría de la respuesta facial ha apuntado que podemos ponernos de mejor humor con el simple hecho de imitar expresiones faciales asociadas con emociones positivas. No lo olvides: ¡sonreír es bueno!

¿Cómo procesa el cerebro las emociones?

Si bien existe aún mucho debate acerca de qué provoca las emociones y sobre si las distintas personas y culturas las experimentan de la misma manera, lo que sí sabemos es qué zonas del cerebro se activan durante este proceso.

Los investigadores creen que las emociones se ven afectadas por el sistema límbico, que incluye la amígdala, el hipocampo, el hipotálamo y diversas redes y neurotransmisores. Cada una de estas partes desempeña un papel distinto en la vinculación de nuestras emociones y recuerdos y desencadena tanto el comportamiento apropiado para cada estado de ánimo como reacciones físicas.1

Cuando el cerebro recibe señales sobre lo que acontece a nuestro alrededor, utiliza este sistema como referencia para guiar nuestra reacción emocional.

De manera que, aunque nos guste pensar que controlamos nuestros pensamientos y comportamientos, con bastante frecuencia estamos completamente a merced de nuestras emociones. Ahora bien, las emociones solo representan el mejor intento de nuestro cerebro de dar sentido al mundo que nos rodea. El cerebro se nutre de nuestras vivencias pasadas para interpretar lo que estamos experimentando en este momento y crea lo que considera una respuesta emocional adecuada.2

Y si bien esto puede sonar a un proceso instintivo o automático, lo verdaderamente asombroso es que sí tenemos un cierto control sobre él y, desde luego, lo tenemos sobre nuestra conducta.

Si tenemos en cuenta cómo intervienen nuestros procesos de pensamiento en la creación de las emociones, podemos intentar cambiar nuestro modo de concebir algunas cosas para contemplarlas bajo una luz positiva, entrenar a nuestra mente a responder de forma distinta a los estresores cotidianos y potenciar nuestra salud emocional.

Cuidado de la salud emocional

Nuestras emociones influyen sobremanera en cómo pensamos y nos comportamos, lo que a su vez influye en nuestro disfrute de la vida y en nuestra salud y bienestar generales. De ahí que cuidar de nuestra salud emocional sea esencial si queremos aprovechar todo lo que la vida nos ofrece. Para empezar, ¿qué te parece conocer nuestras diez mejores estrategias para mejorar la salud emocional?

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